martes, 19 de marzo de 2013

¿Por qué existe la inmadurez?

Por equipo Inasmed: Amanda Céspedes, Gloria Silva, Lilian Cohen


El proceso madurativo general del organismo humano es consecuencia de dos programas de desarrollo que se complementan: un programa biológico, escrito en el genoma, y un programa ambiental, que resume las experiencias y oportunidades que se le brinda a un niño a lo largo de sus primeros 20 años de vida, y que comprenden la nutrición; las oportunidades para jugar y tener experiencias naturales amplias y ricas (paseos, contacto con la naturaleza); experiencias cognitivas de óptima calidad (conversaciones, contacto con libros, con juguetes y software didácticos, etc.) y, muy especialmente, experiencias afectivas sanas y enriquecedoras, siendo la esencial para un niño las primeras experiencias vinculares, que estimulan el desarrollo intelectual, social, inmunitario, etc.



En otras palabras, un niño puede ser “inmaduro” en una o varias áreas del desarrollo porque su programa genético contiene información de desarrollo retardado, o lo puede ser por influencia ambiental. Un ejemplo de inmadurez predominantemente genética es el Sindrome del Déficit Atencional sin Hiperactividad de predominio Inatentivo con Trastorno Específico del Aprendizaje, en el cual encontramos al interior de una familia varios niños con inmadurez cognitiva, social, hormonal (pubertad tardía), inmunitaria (tendencia a las alergias, mayor vulnerabilidad a las infecciones virales, etc.) Un ejemplo de inmadurez de origen ambiental es la vulnerabilidad cognitiva, social, inmunitaria, hormonal, etc. que resulta de nacer en un medio de extrema vulnerabilidad social, que implica desnutrición, carencias vinculares, maltrato, negligencia afectiva, falta de oportunidades de índole cognitiva verbal, de espacios de juego, de elementos didácticos, etc. Los niños con inmadurez de origen biológico (un programa genético específico) pueden nacer al interior de familias que ofrecen grandes oportunidades de enriquecimiento ambiental, pero no las aprovechan, privilegiando experiencias que les gratifican de modo inmediato pero muy pobres en su calidad de estímulos enriquecedores, como lo son una TV de entretención banal, ciertos juegos de video, etc.



La inmadurez del desarrollo debe mirarse siempre con optimismo. El niño inmaduro es como un cofre cerrado, en cuyo interior hay un valioso tesoro que descubriremos en su momento. Es inútil destruir el cofre para sacar su tesoro, pues corremos el riesgo de dañar esa riqueza interior. El niño inmaduro encierra un precioso potencial; nuestra misión es creer en ese potencial y conducir a ese niño con respeto y suavidad por un camino de escollos hasta que su potencial se actualice. Presionarlo, acusarlo de indolente, juzgarlo por su lentitud, equivale a destruirle para que aprenda rápido y nos gratifique.

No hay comentarios:

Publicar un comentario